Nunca en la historia de la humanidad había habido tantos vídeos de cocina y nunca habían sido tan accesibles como ahora.
Las redes sociales ponen al alcance de cualquier persona las más variadas formas de cocinar alimentos, produciendo así efectos hasta ahora desconocidos en nuestros gustos culinarios y en nuestra forma de cocinar.
Nunca como hasta ahora las distintas formas de cocinar y los aparatos necesarios para ello habían estado tan al alcance incluso de los menores. Con todo el efecto que esto puede causar en sus tiernos cerebros.
Es además un acceso directo y gratuito, que no requiere de esfuerzo alguno y con una inmediatez hasta ahora imposible de concebir.
¿Necesitas saber como se flambea el soufflé? YouTube y pone a tu disposición 30 o 40 personas capaces de explicártelo con todo tipo de detalles. Incluidos chefs de renombre internacional.
Todavía se desconocen los efectos que está accesibilidad va a tener en nuestra forma de concebir la cultura culinaria y, sobre todo, a la hora de valorar una buena preparación. Pero puedo adelantarte algunos:
1. Frustración: Los vídeos de cocina normalmente nos muestran una forma de cocinar totalmente irreal los tiempos son más cortos los ingredientes no tienen defectos y las preparaciones aparecen pulcras y muy estéticas.
Luego, cuando intentas tú por tu cuenta conseguir el mismo resultado, lo más normal es que no lo logres. Llevándote así a una frustración casi segura.
Ese gazpacho no tienen absoluto el color rojo del vídeo del Comidista o esa paella no se parece en absoluto a la que te había en teoría enseñado a cocinar el propio Arguiñano. Y si dedicas demasiado tiempo a ver este tipo de vídeos puede ocurrir que dejes de cocinar y optes solo por ir al restaurante.
2. Pérdida de tiempo: Hay tantos, tan variados, tan bonitos y están también hechos qué puede ocurrir muy bien que pierdas el tiempo viendo más que cocinando. Convirtiéndote así en un consumidor compulsivo de vídeos de cocina sin ningún resultado práctico. Habías ido a buscar información sobre cómo se hace un pollo a la jardinera y has terminado cansado sin el pollo y comiendo la pizza congelada que tienes en casa.
3. Dieta limitada: Si bien existe una gran variedad de platos, no todos están representados en la misma proporción. Los más populares, que no tienen porque ser los mejores ni los más refinados, aparecen mucho antes que otros que podrían muy bien contribuir a la variedad culinaria, pero se encuentran tapados por el vídeo tipo mainstream. Así es mucho más fácil que una persona entré en un canal de cocina y en las primeras posiciones encuentre la paella, la fabada o las lentejas con chorizo. Y no por ejemplo saltamontes rebozados, un plato de la cocina mexicana muy digno. Quizás no es el más popular del mundo pero no por eso debe quedar oculto por decisión de un algoritmo .
4. Precocidad: En la forma tradicional de aprender a comer y a cocinar íbamos incorporando platos de forma progresiva porque entre otras cosas, si no se era una persona muy interesada en el tema, conocíamos cuatro o cinco recetas.
Ahora cualquier persona puede probar platos con sabores exóticos sin estar preparado. Con los efectos a largo plazo en su sentido del gusto y en sus preferencias gastronómicas que esto puede acarrear.
Así algunos adolescentes pueden ir directamente al café amargo sin haber probado el chocolate como un intermedio entre la dulzura de la niñez y el sabor fuerte y amargo de su edad adulta. Sin estar preparados.
5. Temeridad: En los vídeos de cocina es muy frecuente ver cómo técnicos y cocineros con experiencia utilizan aparatos peligrosos. Se trata de personas con una gran destreza cuyo dominio de los chismes de cocina puede hacer pensar a los párvulos que no es necesario tomar precauciones.
Así es frecuente ver cocineros de renombre cortar a toda velocidad tomates lechugas y cebollas. Después la persona que ha visto el vídeo intenta imitarlos y termina en urgencias.
6. Ruina económica: En otros tiempos las comidas caras eran un misterio para la mayoría de las personas. Se oía hablar de ellas pero ni se veían ni se explicaba cómo hacerlas.
Ahora, con todos estos vídeos, el acceso a esa información se ha vuelto muy fácil. Si no eres una persona con un cierto grado de madurez puedes terminar gastándote la paga extra en un kilo de angulas o una lata de caviar. Al ver la imagen ante tus ojos es mucho mayor la tentación.
Esto puede inducirte a cometer todo tipo de estupideces. En algunos casos se ha llegado al delito ya sea asaltando directamente la tienda dónde se vendía aquel paté carísimo o haciendo cualquier cosa para conseguir el dinero. Incluida la prostitución.
7. Agresividad: Programas como el de Chicote, Pesadilla en la cocina, o el del cocinero Gordon Ramsay están llenos de agresividad y violencia. Sin duda la Visión de éstos espectáculos en los que los chef abroncan a sus empleados y colegas está cambiando el comportamiento de las personas en la cocina y en los restaurantes.
Muchos dueños de establecimientos se preguntan “¿Qué les pasa a los clientes?”. Algunos estudios indican que se han vuelto más exigente de un tiempo a esta parte y si no hay estudios me los invento. Y si los estudios dicen lo contrario pues también.
8. Competitividad: Desde la popularización de programas como Masterchef el afán por competir entre personas que no se dedican de forma profesional a la cocina aumentado.
Son muy frecuentes los piques entre amigos y familiares para saber a quién le ha salido mejor la crema de puerros o los pimientos del piquillo. Éste afán por emular a los concursantes del programa de moda ha llevado a romper familias y amistades.
9. Inseguridad: El contemplar a personas ejecutando de forma magistral sus platos ha llevado a muchos cocineros amateur a tener un grado de inseguridad muy importante. Se ha reportado que personas aficionadas a la cocina han llegado a preguntar hasta veinticinco veces sí había quedado bien la comida. Con las consecuencias para la autoestima que esto tiene.
10. Problemas de salud: Los platos y preparaciones gastronómicas que se muestran en estos vídeos tan accesibles a las personas no son generalmente un ejemplo de dieta sana. Su visionado sin duda influye a la hora de escoger entre el brócoli hervido o la fabada asturiana. Si a esto le añadimos una publicidad basada en hacer atractivos productos insanos, tenemos la bomba perfecta.
Muchos profesionales de la salud se quejan de que es prácticamente imposible que sus pacientes sigan dietas sanas cuándo continuamente tanto en la televisión como en Internet les están bombardeando con incitaciones al consumo de productos que los engordan o agravan sus problemas metabólicos.
Esto es especialmente grave en niños y adolescentes. La red está llena de programas y vídeos protagonizados por niños en los que se enseña a hacer pasteles sin advertir que su consumo continuado puede desembocar en el futuro en una diabetes tipo 2 o en problemas cardiovasculares mucho peores.
Como puedes ver la situación no es nada alentadora. Podrías decirme que exagero y que la mayoría de personas usan estos vídeos como una información para enriquecer tanto su repertorio culinario como sus gustos a la hora de elegir platos en un restaurante. Pero hay personas que no están preparadas y que pueden experimentar alguno de estos efectos.
Es necesario que el Estado tome medidas y regule el tráfico de estos vídeos. Y sobre todo el acceso de personas inexpertas y poco maduras. Nuestra gastronomía y la seguridad en las cocinas está en juego.
PD: Si lo arriba expuesto te ha parecido una exageración o una estupidez ¿Por qué le das crédito a todos los artículos que están saliendo últimamente sobre los efectos malignos de la pornografía contra toda la evidencia científica?
Evidentemente no es lo mismo. Pero no lo es por el objeto de deseo, sexo o comida, sino por la forma de obtener el conocimiento.
Aprendemos a degustar y cocinar bajo la tutela de familiares y profesores. Esto permite a los docentes aclarar dudas, desvelar trucos y advertir peligros.
Con el sexo ocurre todo lo contrario. Hacemos ver que nuestros hijos son ignorantes hasta los 18 años y, incluso entonces, evitamos el tema cuanto podemos. Sabemos que ven porno pero colocamos la cabeza bajo tierra. Y si un profesor intenta tratar el tema ponemos el grito en el cielo. Hipocresía tóxica.
La solución no es demonizar sino educar. Si hacemos caso a según qué personas podemos acabar igual pero con censura. En realidad mucho peor.
¡Puritanism is coming!
Vistos los cuatro estilos eróticos básicos durante el mes pasado, entramos de lleno en los matices. Los matices son como las notas de olor complementan el gusto a la hora de generar un determinado sabor.
Los estilos eróticos pueden ser matizados consiguiendo con esto una experiencia erótica mucho más creativa y original.
Hoy vamos a hablar de la resistencia. De la resistencia consensuada, por supuesto. Los matices tienen a veces su contra. Así la resistencia necesita de la insistencia para existir. De otro modo no tiene sentido.
Como buen matiz la resistencia encaja con todos los estilos y todas las combinaciones de estilos. Así tenemos:
Resistencia delicada:
Cuando la persona se excusa educadamente, sin herir. Con un lenguaje suave y una actitud incluso compasiva. Quien insista lo deberá hacer también bajo estas condiciones.
Propuesta de juego: Ambiéntalo en el siglo XVII. Todas las personas que participan son nobles y, por lo tanto, sus modales y educación son exquisitos. Esto no impide a unas insistir y a otras resistir. Siempre con educación y respeto.
Resistencia picarona:
Se hace en un ambiente obsceno y gamberro. Las expresiones son directas y los diálogos llenos de palabrotas. En este sentido se parece mucho a la típica escena del cine donde dos personas.
Propuesta de juego: En la misma época pero en lugar de ser en la corte, ambientarla en una taberna. Con mosqueteros, camareros y camareras pícaras, prostitutas, pendencieros, ladronas de bolsas y gigolós de para cortesanas con ganas de vivir situaciones emocionantes. La insistencia y resistencia serán, por supuesto, mucho más gamberras.
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