Hasta los años setenta, más o menos, existió en todo el mediterráneo una cosa llamada “honra”.
La honra era como un tesoro familiar alojado en los genitales de sus mujeres defendido por sus varones.
Ese tesoro era entregado por el padre de la novia al futuro marido, quien a su vez, se a encargaba de su custodia y de la custodia de las futuras honras nacidas de su matrimonio. Perder ese tesoro antes del matrimonio era como perder la dignidad, personal y familiar.
Había todo tipo de estrategias para paliar e incluso restaurar la honra perdida. Desde volver a coser el virgo de la muchacha caída en desgracia (ilegal pero eficaz si no había escándalo) hasta forzar la boda con el “burlador” de turno.
Era como un validador de relaciones sexuales. Sólo aquellas en cuyo proceso no hubiera habido una pérdida de honra eran “honradas”, el resto eran indecentes. Y quien recibía un castigo mayor era la mujer, la deshonrada. El “ladrón de honras” podía salir impune e incluso su prestigio social podía aumentar.
Se podía recuperar la honra perdida, muchas veces de una forma parcial, tras el arrepentimiento y la vuelta al sexual correcto. Siempre según el criterio moral de la época: La boda o el convento.
En mi humilde opinión en este momento, en la sociedad occidental, el Amor ha sustituido a la honra en su papel validador de relaciones sexuales.
Y no el Amor como concepto general, concretamente el amor de pareja. El definido por Robert Sternberg con su famoso triángulo formado por: Intimidad, compromiso y pasión. Que además es monógamo, exclusivo e incluye convivencia si puede ser con hijos. Cuando alguno de estos elementos falla, se convierte en amor sospechoso, incompleto, loco, etc.
No se trata de un tesoro que guardar de los ataques externos, por supuesto, pero si tiene el poder mágico de convertir en decente cualquier relación poco apreciada o directamente despreciada por la sociedad.
Hay muchas más situaciones pero destacan:
Como puedes ver el amor de pareja limpia y da esplendor al sexo. O lo pretende. Pero lo realmente injusto y estúpido es continuar pensando en el Erotismo como algo bajo que puede ser ensalzado por el amor de pareja.
En mi opinión no hay ninguna necesidad de ensalzar el sexo porque ni es bajo, ni es sucio, ni está vacío. Simplemente da lo que da: Diversión. Y nada más. Que ya es mucho,
Condicionar el comportamiento sexual de los ciudadanos de una sociedad no es malo. Siempre y cuando los límites sean la seguridad, la salud y el consenso de todos los participantes. Limitarlo a las relaciones amorosas vinculantes a largo plazo es simplemente una estafa. Y una fuente de sufrimiento inútil.
La dignidad de una persona no puede depender del uso que haga esta de sus genitales. Lo haga por amor o por simple diversión.
Escena de Don Juan Tenorio de José Zorrilla.
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