De los cuatro sabores básicos (Dulce, salado, ácido y amargo) los dos primeros indican alimento saludable y los dos últimos advierten de un peligro.
El ácido identifica una fruta poco madura o una proliferación de bacterias y el amargo venenos o podredumbres. Si quieres comprobarlo intenta darle algo amargo a un bebé, verás como lo rechaza. Que no sea café, por favor.
Sin embargo, a pesar de estos mensajes, hemos desarrollado toda una cocina basada en estos dos sabores. Nos da placer jugar con el gusto del peligro sabiendo, por nuestra confianza en el cocinero, que no es un peligro real.
Lo mismo hacen los practicantes de BDSM. Juegan con el peligro. Con objetos capaces de generar dolor, con el dolor mismo y la angustia, el miedo o la vergüenza. Pero lo hacen bajo condiciones controladas y sin generar secuelas físicas o psicológicas a largo plazo.
Pero la comida no duele, pensarás. Bueno, primero los practicantes de BDSM no siempre juegan con el dolor y segundo sí hay comida dolorosa, se llama picante.
Cada vez que ingieres comida aderezada con cayena estás teniendo una experiencia gastronómica masoquista. Sientes dolor en la mucosa de la boca y a la vez el placer de degustar una comida suculenta.
Si lo miras desde este punto de vista seguramente no verás el BDSM de la misma manera.
A principios del siglo XIX, quienes disfrutaban de una erótica y una amatoria apartada de la reproducción, fueron declarados enfermos. Y el BDSM está muy lejos del sexo reproductivo, como lo está un coulant de chocolate de la alimentación de emergencia.
Es una vergüenza comprobar la inclusión aún hoy, en el 2018, del sadismo o el masoquismo dentro del DSM-5. Continuamos patologizando comportamientos fuera de la norma sin ningún sentido. Creando enfermos imaginarios.
Pero además seguramente practicas algo de BDSM pero no eres consciente. Por ejemplo: Vestirse con medias, zapatos de tacón, ligueros, corpiños es fetichismo. Dar palmadas en el culo de tu pareja es sadismo. Disfrutar de ser inmobilizad@ por la otra persona mientras follas es masoquismo. Y así con muchas prácticas.
Pero eso no es lo mismo que dar o recibir una paliza, dirás. Bueno, es una cuestión de escala. El golpe lo das o el dominio lo ejerces igual, pero con menos intensidad.
Es como el café, cada uno lo prefiere con un grado de amargor determinado. Algunos optan por el mínimo y lo consiguen echando mucho azúcar, mientras otros prefieren el máximo y no añaden nada dulce. Lo importante, lo más importante es saber cómo te gusta y respetar el gusto de los demás.
En el BDSM pasa lo mismo. Primero debes conocerte a ti mismo, conocer tus límites. Después los de los demás y consensuar la práctica. Entonces y sólo entonces estarás en condiciones de empezar a jugar.
Y a ti ¿Cómo te gusta el café?
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