La condena placentera

Condena placentera

Mónica desciende por la escalera. Todo está oscuro, sólo algunas luces tintineantes alumbran con algo de penumbra. Hay humo y huele a incienso. Algunas figuras se distinguen muy mal pero lo suficiente como para verlas moverse detrás y delante de ella.

Finaliza su descenso. Justo al lado de la escalera hay una jaula. En ella puede ver tres seres contoneándose entrelazados. Gimen. No llega a distinguir si de dolor o de placer.

Avanza por el pasillo. A su derecha ve dos figuras demoníacas de color rojo intenso. Tienen en su poder una persona de color blanco cal de la pared. Una está en frente y la otra detrás. A pesar del humo puede adivinar qué está pasando. Una de ellas la sodomiza mientras la otra la obliga a poner la boca en sus genitales.

Siente miedo, teme que esa escena sea sólo un anticipo de lo que le espera. Intenta retroceder pero no puede, unas manos la asen fuertemente y la obligan a entrar en un cuarto. Es una asamblea demoníaca. Íncubos y súcubos abarrotan la estancia y se acercan a ella cuando entra.

Mónica nota las manos de varios de ellos recorriendo su cuerpo, acariciando, magreando, metiendo dedos en los orificios. Todos sus orificios. Más de una lengua se pasea por el cuello, los pechos, el sexo. Al miedo se une ahora una excitación erótica nada indiferente. Todos esos roces la están poniendo a cien.

Justo cuando decide dejarse llevar, no ofrecer resistencia alguna, se detiene todo. Una figura majestuosa aparece en la estancia. Es también demoníaca pero se distingue de los demás por su larga cornamenta. Va prácticamente desnudo como todos los demás, pero con un porte majestuoso.

Todos callan y se detienen. Toma la palabra sin agradecer el gesto:

“Mònica, por tus pecados en la tierra has sido lanzada a los infiernos. Como alma pecadora quedarás aquí confinada para toda la eternidad. Lo que no te han dicho los curas es en qué consiste el infierno. Los santurrones de ahí arriba van todo el día tocando el arpa y contemplando a Dios, aquí nos sabemos divertir.

Ya has probado los dedos y las manos de mis discípulos – En ese momento y sin previo aviso el diablo pasea la mano por su vientre hasta llegar a la vulva – Y como puede apreciarse, te ha gustado.” Se gira y muestra su mano empapada en flujo al resto de la asamblea. Todos estallan en vítores y aplausos.

“Estás a punto de entrar en mis dominios. Aquí encontrarás demonios de todos los tipos y tamaños. Con pene o con vulva. Fuertes o flojos. Altos o bajos. Deja aquí tus prejuicios porque cuando entres serás acariciada, chupada, penetrada por cada uno de ellos hasta dejarte exhausta y satisfecha. Sí, es esa fantasía antigua y persistente ¿Quién te crees que te la ha provocado?” Y suelta una gran carcajada. 

Sin decir nada más da un chasquido a sus dedos y varios de sus esbirros agarran a la mujer y la llevan en volandas a una habitación tenuemente iluminada con luces rojas. Allí ve un gran número de cuerpos también rojos, algunos sólo con cuernos, otros con cuernos y colas. Una diablesa tiene las piernas abiertas con una cabeza entre ellas, otra en el pecho izquierdo y otra en el derecho. Al fondo se ha montado una especie de tren del placer, varias personas se estimulan los genitales en cadena. La de la cabecera gime de forma notoria, por encima del nivel de la sala.

Sus “transportistas” la depositan encima de una cama e inmediatamente se lanzan a acariciarla y chuparla. Dos demonios guían sus manos hacia sus penes para incitarla a masturbarla. Una diablesa de cuerpo escultural se pone de rodillas, le abre las piernas y entierra su cabeza para empezar a lamer su vulva.

Mónica nota las caricias en sus zonas más erógenas y los penes erectos, duros en sus manos. Pero todas las sensaciones se van concentrando en su vulva donde la lengua experta de la diablesa está haciendo maravillas. De repente un hermoso pene, digno de una escultura romana de la fertilidad se planta delante de su cara. No duda en sacar la lengua y lamerlo.

Colocada como está es difícil proporcionar a ese diablo una felación como Dios manda, pero no piensa cambiar de posición, Se lo está pasando de maravilla. Por lo tanto va a ser el diablo propietario quien se espabile para penetrar su boca. Y lo consigue, es realmente un acróbata.

De su entrepierna sube un fuego infernal apoderándose de su cuerpo a marchas forzadas. Sus caderas se mueven de forma involuntaria y se escapan de su boca gemidos ahogados. Ahogados por la presencia del falo entrando y saliendo.

Sin poder controlar en absoluto la situación el orgasmo se apodera de su cuerpo y el placer aumenta porque aunque intenta retorcerse no puede. Los cuatro demonios cuyo sexo no puede adivinara inmovilizan piernas y brazos. A las oleadas de placer se añaden pequeños puntos de dolor producto del exceso de contracción de sus músculos. Le dan un toque delicioso a la experiencia.

Lejos de perder el deseo con el orgasmo, este crece cuando se retira la diablesa para dejar su puesto a un demonio dotado de un falo impresionante. Su cuerpo, trabajado en el gimnasio, no se queda a atrás.

El pene entra con facilidad. Su lubricación es máxima y si faltara líquido este ha sido depositado por la boca de la diablesa. Pero facilidad no significa indiferencia. Nota cómo se abre su vagina bastante más allá de lo esperado. El grosor de ese falo es realmente notable. Notable pero no excesivo. Parece adaptado para tensar su vagina sin producir un dolor inaguantable.

Los movimientos de cadera del forzudo diablo vuelven a iniciar el ciclo de excitación. Ahora mucho más acelerado, porque pasados escasos tres minutos el orgasmo está llamando con insistencia a la puerta de su cerebro. Y no se queda sin respuesta porque sus gemidos son altos, tan altos como para oírse pese a la presencia del pene del otro diablo en su boca.

Cuando ya el control de su placer es imposible de controlar y el orgasmo empieza a apoderarse de su cuerpo se da un extraordinario fenómeno. Los penes de los diablos eyaculan todos a la vez. Dos lo hacen sobre sus pechos. Uno en el izquierdo, otro en el derecho y el tercero en su boca. El cuarto lo hace en su interior. Se siente ahora inundada en semen. Es una sensación raramente satisfactoria. Verse responsable del placer de tantas personas a la vez le añade un plus de poder delicioso.

La orgía continúa toda la noche. Mónica prueba vulvas y penes, tríos, cuartetos y prácticamente una orquesta sinfónica entera. Poco a poco se va vaciando la habitación. Los demonios y diablesas demuestran cansancio. Y ella no es más “resistente”, tras su décimo orgasmo cae dormida.

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