Insectos sexys

Existen multitud de chistes cuya gracia se basa en que sus protagonistas son animales, normalmente de tamaño dispar. El de la mona y el elefante es emblemático.

Estas relaciones no se dan en la Naturaleza. Los animales en libertad tienen poco o nulo interés por mantener relaciones con seres de especies ajenas a la suya. Si alguna vez terminan practicando la zoofilia seguramente es por error, al confundir otro animal (una parte de este) con la hembra o el macho de su especie. Insisto en la condición de salvajes o libres, los animales en cautividad o los domésticos tienen una psicología distinta. Más de una propietaria lo ha experimentado en sus carnes.

El ser humano es diferente. Su capacidad de sentir  placer con cualquier cosa (animada o no) le ha llevado a utilizar animales con una frecuencia sorprendentemente alta. Vacas, ovejas, cabras y perros fueron y son utilizados para tales fines.

Estamos ante una práctica erótica  que asume de manera natural el eslogan: «El tamaño no importa». Se admiten animales de todos los tamaños, colores y formas. Incluidos los insectos. Si, aunque pueda parecer mentira los insectos tienen un cierto potencial erótico.

Pilar Cristobal comenta en su obra «Prácticas poco usuales del sexo» una servicio que ofrecían los burdeles de Trieste durante el periodo de entreguerras. Según sus propias palabras: «Consistía en preparar un baño para el caballero. Después se soltaba un buen puñado de hormigas en el agua y se dejaba que el glande del pene asomara  como una isla. Las hormigas buscaban su salvación nadando hacia tierra firme  parece ser que provocaban unos espasmos muy agradables. Todo es cuestión de probar: ¿quién no tiene a mano un puñado de hormigas?»

Por otro lado Edgar Gregersen, autor de «Costumbres sexuales», un hermoso atlas de la variedad erótica humana, describe el uso de determinadas hormigas por parte de las mujeres  de  Ponape, una minúscula isla de la Polinesia. En este caso colocan la hormiga sobre el clítoris y la estimulan para que pique. Al parecer, su picadura produce un espasmo breve pero intenso.

También las arañas se usan en juegos eróticos. Hay incluso una parafilia para este comportamiento y se llama aracnofilia. Aunque el arácnido se emplea para generar miedo en la persona y así aumentar su excitación. Normalmente se la ata a la cama y se deja caer sobre su cuerpo desnudo uno o varios de estos bichos.

Los insectos se usan también para fines terapéuticos además de eróticos.  Las abejas, por ejemplo. En este caso el fin es conseguir una hinchazón artificial del pene por efecto del veneno. La picadura se nota como la de un mosquito pero enseguida empiezan los efectos inflamatorios. Se consigue así, siempre según la tradición, un pene más largo y duro.

El propio Kamasutra aconseja un remedio similar pero un poco más sofisticado y además promete un efecto permanente. Para conseguir una elongación del pene, dice el manual, se deben frotar unos insectos (de la India, supongo) contra el glande y después untarlo en aceite durante diez noches. A continuación se vuelven a frotar los insectos y otra vez el aceite. Debe repetirse hasta que se consiga el efecto. O hasta que el tío se harte, diría yo. Pero no acaba aquí el procedimiento, una vez conseguido el aumento el hombre debe dormir boca abajo, dejando colgar el pene sobre un agujero practicado en la cama o en el suelo de la choza. Un poco complicado para mi gusto.

No seré yo quien recomiende el recurso a este tipo de terapias, disponemos en la actualidad medicamentos más seguros y eficaces. En cuando al disfrute erótico de los insectos queda a criterio de cada cual. Eso sí, conviene extremar las precauciones y la higiene, no se sabe nunca por donde puede haber estado andando una hormiga o una araña.

 

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