El recado
Carmen corre como una loca, se le agota el tiempo. Esta mañana ha recibido un correo electrónico de su ama. “Aquí tienes la lista de objetos que debes conseguir del Mercado de Navidad. Si no los tengo aquí antes de las 12:00 te vas a arrepentir. Te lo aseguro.”
Son 12 objetos muy complicados de encontrar. El último, ha sido el más difícil: Un turrón de chorizo de cantimpalo. Ha logrado encontrar la parada pero no había ni uno. Ha empleado mucho tiempo en convencer al encargado de ir a buscar uno al almacén. Al final lo ha logrado a cambio de atender el puesto mientras tanto y aceptar su propuesta vejatoria. Ha aceptado hacerle una felación en cuanto aparezca con el turrón. Al final no ha cumplido con su palabra y ha salido corriendo, dejando al pobre chaval con un palmo de narices. Pero el terror a al castigo a podido mucho más.
Mira el móvil. Quedan tres minutos cuando el autobús para. Está a tres calles, puede lograrlo. Toca al interfono cuando apenas quedan veinte segundos. Ha ido de muy poco. Llega a la puerta de la casa de Ama Velvet. Esta la abre y con un gesto le ordena entrar. Sin previo aviso le retuerce los pezones haciéndole soltar un grito de dolor. “Esto es por llegar diez segundos tarde. Y da gracias que soy generosa porque te mereces todo el castigo. Me debo estar haciendo mayor…” “Sí mi ama” “Sí ¿Qué? ¿Que me hago mayor? Y le suelta un guantazo” “No señora, que merezco cualquier castigo que me imponga” responde. La mejilla se le ha vuelto roja de repente. Su ama la mira y le suelta otro bofetada en la otra mejilla. “Así queda equilibrado. No me gusta la asimetría”.
La hace pasar al comedor. Vamos a ver si está todo dice mientras va extrayendo todos los objetos. La chica mira orgullosa, sin duda lo ha conseguido. No habrá castigo. De repente suena el teléfono de la Ama. “Sí, dime… ¿Ah sí?” Exclama mientras se gira la cara clavando los ojos en su sumisa. Algo anda mal, es evidente.
- Era Arturo. El chaval de la parada de turrones. Dice la Ama con un tono frío y autoritario.
- . Ama… Contesta Carmen.
- ¡Cállate y ponte de rodillas! ¡Perra!
La mujer obedece al momento. - “¿Querías tomarme el pelo? ¿Pero quién coño te crees que eres para ir por el mundo ofreciendo tus servicios sexuales? Y sin permiso. Sabía que eras muy guarra pero esto supera todas mis expectativas ¿Creías que no me iba a enterar?
- Yo ama..
- ¡Que te calles! No tienes permiso para hablar. Llevo un año disciplinándote, pero veo que mi trabajo no ha servido para nada. Pero esto va a cambiar, te lo aseguro. Desnúdate y ves al lavabo a limpiarte por fuera y por dentro y por fuera
- La chica tiene muy clara la orden y como cumplirla. Lo ha hecho otras veces. En el estómago no tiene nada, sabe que debe ir a las sesiones en ayunas. Un día vomitó y lo dejó todo perdido, desde entonces o bien viene sin haber comido nada o bien la ama la obliga provocarse el vómito.
En el lavabo hay todo lo necesario para hacer una buena ducha anal. Gracias a ella consigue eliminar cualquier residuo fecal de su recto. A continuación se da una ducha y se seca.
Aparece delante de su ama recién duchada y con todos sus orificios limpios. Esta, sin miramientos la agarra del pelo y prácticamente la lanza sobre la mesa del comedor. Cuando termina de atarla Carmen parece una estrella de mar con su cabeza suspendida en el borde.
“Bueno. Al parecer no has entendido que tus orificios son míos. Hoy vas a salir convencida, te lo aseguro. Vamos a ver. Para que lo comprendas bien voy a llenarlos con diferentes dilddos y como eres una puta que se lo traga todo van a ser de gran tamaño. Ya conoces mi afición por meterte cosas que crecen y crecen. Pero hoy, como has demostrado ser una zorra de cuidado no tendrás ningún problema en que te los meta ya un poco hinchados”.
La chica experimenta la relatividad de las palabras de su ama. Porque un poco hinchado era más que eufemismo demagogia. La entrada del primero en la vagina le ha parecido un parto al revés pero sin dilatar. La ha lubricado, pero luego se lo ha metido sin ningún miramiento. Le ha colocado una mordaza hinchable tras estirar la mandíbula para arriba porque de otra forma no entraba.
Ahora aterrorizada, espera la penetración anal. Y en efecto es terrible. Tras lubricarla abundantemente la Ama le introduce el dildo de un grosor suficiente como para hacerle sentir su ano desgarrándose. No es verdad, pero la sensación parece muy real. La señora sabe cómo hacerlo.
“Bueno, como veo que te encanta meterte cosas en tus orificios he decidido complacerte. Pero, como siempre, a mi manera. Cada uno de estos dildos se puede hinchar. Con esto vamos a conseguir dilatarlos para que así puedas disfrutar más en el futuro, metiéndote cosas más gordas”. Le dice la Ama riéndose mientras golpea sin piedad los pezones de la chica con su fusta.
Las dos siguientes horas son terribles. La Ama va hinchando poco a poco cada uno de los dildos. Los de la vagina y el ano nunca vuelven a su forma primaria, cada vez ocupan más espacio, comprimen los tejidos y dilatan tanto la entrada de la vagina como su esfínter. Con la mordaza de la boca ocurre algo diferente. El artilugio tiene una longitud suficiente como para entrar en su garganta cuando adquiere el tamaño máximo. Cuando ocurre esto le corta la entrada de aire y le provoca arcadas. El ama juega con eso continuamente, la lleva hasta el límite y después afloja. En alguna ocasión se la quita para dejar caer la baba por la cara.
A la chica le da la impresión de estar a punto de reventar gracias al tamaño alcanzado por los dildos en su interior cuando escucha a su ama: “Ahora te aplicaré un vibrador. Otro día dejaría que te corrieras, pero hoy te vas a quedar con las ganas. Por golfa y por guarra”.
La mujer cumple su palabra toma el Hitachi y lo coloca sobre el clítoris. Por alguna razón, consecuencia de su anatomía y del efecto dilatador originado por el dildo de dentro de la vagina, el orgasmo llama a la puerta de su cerebro con una gran rapidez. Carmen suplica pero su ama apaga el aparato. “Ni hablar”.
La tortura se repite cuatro veces, está muy excitada. Ruega, suplica pero es inútil. Suena el timbre y su ama apaga el aparato para ir a abrir. Segundos más tarde aparece en el salón con un chico. Levanta la cabeza para verlo mejor y lo identifica perfectamente. Es el vendedor de la parada.
“Bueno Carmen, te presento a Arturo. Sí, es el chico de la parada. El que te ha tendido esta trampa. Jajajaja. Sabía que acabarías ofreciendo tus servicios porque lo llevas en la sangre. Pero me he adelantado y te he vendido a él. Y además por un precio justo, un euro. Más no vales”.
A continuación procede a aflojar todos los dildos y extraerlos del cuerpo de su sumisa. A Carmen la invade una sensación de bienestar extraordinaria. Durante unos segundos, porque casi sin solución de continuidad le retuerce los pezones haciéndola gritar. “¿Quieres decirme algo?” – Le pregunta mirándola a los ojos. La chica no contesta.
“Bien, perfecto. Yo me voy a comer a la cocina. Puedes usarla como quieras pero te pongo una sola condición – dice dirigiéndose al chaval – No puede correrse. Puedes llevarla hasta el límite pero dejarla ahí. Ella sabe que tiene que pedir permiso cada vez, eso te dará una pista. Si se corre avísame, pero más vale que no lo haga porque sabe lo mucho que me cabrea que me interrumpan cuando como.