Una de las delicias del voyeurismo es la contemplación de los encuentros eróticos de otras personas. Si miras porno, perdona que te lo diga, eres un voyeur.
Sin embargo una foto o un video no es, ni de lejos, comparable al efecto erótico de espiar por la mirilla de la puerta. O por la cámara de videovigilancia.
Pero hacerlo sin permiso es, además de inmoral, un delito. El juego erótico nos permite, una vez más, disfrutar con seguridad de estas agradables sensaciones.
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